NOMBRE: Cristina Rivera Garza
PAÍS: México
OFICIO: Escritora
PRIMERA VEZ EN ESPAÑA: 2003
CANCIÓN PLAYLIST CONQUISTADORAS: Lucha de gigantes, Nacha Pop. 
BIOGRAFÍA Y VIAJE:
“Mis abuelos paternos--José María y Asunción--dejaron el Altiplano potosino un año de mucha sequía. Era apenas el inicio del siglo XX y ellos emprendieron una larga caminata que los llevaría, primero, a las minas de carbón del norte de Coahuila, muy cerca de la frontera con Estados Unidos, donde murió Asunción; y, más tarde, a un pequeño pueblo algodonero que se llamó Estación Camarón, donde, ya casado con Petra, mi abuelo esperaba conseguir tierras. Mis abuelos maternos habían cruzado la frontera siendo niños--mi abuela Emilia desde Nueva Rosita, Coahuila; y mi abuelo Cristino desde Sabinas, Nuevo León. Crecieron y se volvieron adultos en Estados Unidos ambos, trabajando en ranchos texanos donde pizcaban algodón, o en ciudades como Houston, donde abrieron y pavimentaron algunas de las calles por las que ahora camino. La debacle económica del 29 contribuyó en mucho a su retorno forzado a un país que conocían y donde todavía tenían familiares, pero que no habían visitado en mucho tiempo. En Estación Camarón debieron haber coincidido con mis abuelos paternos, aunque no se conocieron. Lo que sí hicieron todos ellos fue participar en una de las huelgas agrarias más feroces de la región: exigían, sobre todo, un salario digno para los trabajadores de campo que ya no habían alcanzado tierras. José Revueltas todavía no era uno de los escritores más importantes de México cuando se apersonó en Estación Camarón a inicios de la primavera de 1934. Aunque en el El luto humano, la novela que escribió con base en su experiencia como organizador comunista en la frontera, no hay mención alguna de José María o Petra o Cristino o Emilia, tengo la impresión de que coincidieron ahí. Y de que se miraron un buen rato, con los ojos muy abiertos. 
De todo eso vengo. 
Llegué a Barcelona al final de la primera pandemia, todavía usando cubrebocas y temiéndole mucho al contagio. Rompíamos así un encierro de un poco más de un año y, tal vez por eso, todo en el mundo, pero especialmente en Barcelona, me resultaba soberbio, amable, esperanzador. Lustroso. Caminamos mucho en todo caso, aprovechamos cualquier oportunidad para comer al aire libre y, en una de esas, aceptamos una invitación para ir a hacer paddle surfing en la playa de Mar Bella, casi enfrente del Poblenou. Había visitado Barcelona antes, por supuesto, pero nunca había ido a la playa. Ese día, mientras trataba de mantener el equilibrio sobre una tabla de color naranja, supe que había encontrado un sitio al que regresaría de una o de otra forma. Nadé por primera vez en mucho tiempo en esas aguas transparentes, sintiendo su frescor a medida que avanzaba a brazadas lentas, acompasadas. Ya en la arena, se lo dije en voz baja antes de partir: nos veremos otra vez, Mar Bella”.   

CONÓCELAS A TODAS

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