NOMBRELorena Briedis
PAÍS: Venezuela
OFICIO: Escritora y profesora de escritura creativa
PRIMERA VEZ EN ESPAÑA: 2010
CANCIONES PLAYLIST CONQUISTADORAS: 
Vereda tropical, Eydie Gormee con el Trío Los Panchos, 
El Año ViejoTony Camargo
La LloronaChavela Vargas
Bemba coloráCelia Cruz
OBJETO
El objeto que he elegido es una bolsa de tela que mi abuela Ligia (mi abuela materna) solía llevar oculta dentro del sostén, donde guardaba la cédula de identidad, dinero, estampitas y medallas de santos, oraciones, números de teléfono, billetes de lotería, amuletos para la buena fortuna o contra el mal de ojo. Era una costumbre que había heredado de mi bisabuela Teresa y que en los tiempos en los que arreció el hampa común y la delincuencia en Caracas resultó ser, sin duda, una suerte de caja fuerte infalible, sobre todo, por estar tan bien "entrometida". A algunos de los objetos mencionados, añado una foto de ella tomada en el puerto de La Guaira en mayo del 1969, una carta que le escribió mi abuelo Rafael el 14 de febrero del 1938 así como una foto de mi abuela Astrida con mi padre en el cementerio de Eslingen (Alemania), en torno al año 1953 y un trozo de ámbar del mar Báltico letón. Son algunas de las cosas que llevaría yo misma dentro de esa bolsa de tela”. 
BIOGRAFÍA Y VIAJE:
“No tardarán en darse cuenta en esta cita de que mi acento no es de Castilla La Mancha —a pesar de toda la devoción amorosa que me une a Don Quijote, pero tampoco es de Canarias —como podría pensar la mayoría, aunque mis antepasados maternos, como es el caso de muchos venezolanos, arraiguen en esas islas. 
 Mi acento —lo descubrirán, en breve— es caraqueño y urbano, pero, sobre todo, profundamente, caribeño. Es el acento de ese Caribe que ha hecho en mí una patria, íntimamente, festiva y poética, a través de un género musical muy suyo: la salsa. Así que me gusta pensar que mi acento es también el de Celia Cruz, el de La Lupe y el de toda la Fania, el de toda la Fania con sus epifanias, es decir, con  todas sus iluminaciones, sus éxtasis y sus hartas contemplaciones porque, en el fondo eso también lo descubrirán, soy también muy mística, aunque una mística salsera y tropical. Apolínea y muy dionisíaca, a la vez.
 Y lo apolíneo, de hecho, me viene de las tierras del norte, concretamente, del Mar Báltico —de Letonia, de mi familia paterna, de ese «Briedis» que en letón significa «ciervo», ese animal tan místico —tan sanjuanianoese ciervo ido y espantadizo, pero que por la poesía se hace amante y servidor: siervo. Y es por eso por lo que me gusta presentarme en los diferentes cursos y talleres en los que me desempeño como docente más como «compañera» que como «profesora»: por una razón etimológica y, mística, por supuesto. Porque, mientras que «profesor» es el que profesa algo, «compañero» es el que comparte el pan: el pan que es la palabra, el pathos, la dificultad que supone sacar la palabra del silencio. Y el vino: la alegría y el goce de la vid, de la vida que es la escritura, que es la poesía (esa vocación en la que me he formado y que reconozco como un destino), cuando realmente da de vivir. Esta es mi fe poética, mística y dionisíaca. Una poética encontrada en esos dos mares y por esos dos mares: el Caribe y el Báltico. Dos mares que, por estas milagrerías y estos misterios asimismo poéticos, han venido a desembocar en un río: el Manzanares. Y que como ha dicho Miguel Hernández en su poema "merece ser mar entre los mares". 
La razón que motivó mi viaje a España en el año 2010 fue, asimismo, literaria. Recién me había graduado en Caracas de la carrera de Periodismo y, a continuación, quería profundizar mi formación como escritora. Así que ese año me vine a Madrid para emprender ese viaje de iniciación que acabó siendo el máster de Narrativa de la Escuela de Escritores. Hablo de un "viaje de iniciación" porque fue un proceso profundamente inspirador y traumático, a la vez. Un proceso que he identificado con la imagen del Caballo de Troya, en el sentido de que fue una experiencia de crisis porque me puso en contacto con esa desconocida de mí misma que, en algunos momentos de vértigo, viví, incluso, como enemistad, casi como un doble desarraigo. Yo venía, sobre todo, de la poesía y del ensayo (eran los géneros, al menos, en los que había incursionado), de modo que el aprendizaje de la Narrativa me resultó tremendamente exigente, casi antinatura. Por todo esto, mi filiación con España tiene que ver con un cervantismo más sanchista que quijotesco —tengo que decir—, con un vínculo, más bien, "prosaico" (en el mejor de los sentidos y en más de una dimensión, además): prosaico en cuanto al aprendizaje no solo de la narrativa, sino de una narrativa personal y en relación también con el aprendizaje y la experiencia de la realidad (sobre todo, en el desafío de construir una estabilidad material como inmigrante), vivida, asimismo, desde la fe más dionisíaca, desde esa alegría tan suya que tiene de vivir este país y en el que esa "prosa" encuentra su mejor poética (pienso en Lorca, por ejemplo, o en el cante jondo que de tan jondo se eleva); prosaico, incluso, por último, en ese ejercicio tan terrenal de aprender a echar raíces y arraigar en lo difícil, en lo extranjero, en eso otro que, a día de hoy, siento tan familiar y tan querido. Esta sanchificación ha sido, sin duda, uno de los aprendizajes más nobles y más quijotescos que me ha dado España”.

CONÓCELAS A TODAS

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